TBILISI, Georgia – Ia B. es una mujer atractiva y elegante, con unos ojos luminosos de color avellana, vestida a la moda y con una personalidad radiante que se refleja en su deslumbrante sonrisa. No siempre ha estado tan serena ni tan segura de sí misma: según Indira Robakidze, coordinadora de programas en el centro de acogida para víctimas de la violencia doméstica, que tiene su sede en Tbilisi, la vida de Ia estaba desecha cuando acudió por primera vez al centro de acogida. "Estaba pálida, asustada y desorientada", recuerda Indira. "Fíjese lo lejos que ha llegado".
Ia, que ahora tiene 45 años, estuvo 15 años casada con un esposo maltratador. A lo largo de los años, vivió con un miedo constante, ya que su esposo la controlaba, acosaba y maltrataba a diario. Prisionera en su propio hogar, tenía miedo de marcharse y de quedarse, pues sabía que sería "castigada" por todo acto con el que su marido no estuviera de acuerdo. "Tenía que pedir permiso cada vez que salía de casa", recuerda. "Me pegaba delante de mis hijos, me pegaba delante de sus padres. Me pegaba constantemente, todo el tiempo. Yo sufría pero, y eso era aún peor, mis hijos también sufrían".
Los anuncios de interés público y carteles como este animan a las mujeres.
Propagar el mensaje supone una diferencia
Entonces llegó el día en que Ia decidió que no podía soportarlo más. Fue el día que vio en la televisión un anuncio de interés público acerca de la violencia doméstica. El anuncio decía que, en Georgia, la violencia doméstica es un delito e indicaba el número de una línea de atención telefónica para las víctimas que buscaran ayuda. Ia procedió a marcar el número antes de que acabara el anuncio. Al día siguiente, acudió a una entrevista en la que contó su historia y le ofrecieron alojamiento para ella y sus hijos. Se marchó de su casa ese mismo día y entró en el centro de acogida, donde pasó los ocho meses siguientes recuperándose y buscando la paz.
La historia de Ia sobre la violencia doméstica no es única, pero su determinación de alzar la voz y su valor para buscar ayuda fuera de su hogar es la excepción más que la regla. Según una encuesta nacional llevada a cabo por el UNFPA en Georgia en 2009, el 75% de las mujeres de Georgia creen que la violencia doméstica es un asunto privado del que no debería hablarse fuera de la familia. Ese mismo estudio muestra que solo el 2% de las mujeres acuden a la policía, a un abogado o a otros proveedores de servicios cuando sufren violencia en su hogar.
Las razones que hay detrás de estos números varían, pero entre los principales factores que hacen que las mujeres decidan ocultar los hematomas de la violencia doméstica se encuentran la falta de información sobre el hecho de que la violencia doméstica es punible conforme a la legislación y sobre los mecanismos de protección existentes.
Hacer correr la voz
Con el fin de cambiar esta situación, el UNFPA en Georgia encabezó una campaña de sensibilización a gran escala que puso de relieve que, según la legislación de Georgia, la violencia doméstica es un delito, anunció una línea de atención telefónica sobre violencia doméstica y animó a las mujeres a que llamaran para pedir ayuda. El UNFPA y sus asociados realizaron y transmitieron varios anuncios de interés público en cadenas de televisión nacionales y a través de las redes sociales, e instalaron carteles que indicaban el número de la línea de atención telefónica por toda la capital, Tbilsi. Además de la campaña en los medios de comunicación, el UNFPA organizó en Georgia sesiones de sensibilización para más de 2.000 líderes comunitarios, profesores, estudiantes y periodistas, difundiendo el mensaje sobre las nocivas prácticas contra las mujeres que se están dando en Georgia y las soluciones disponibles para protegerlas.
Ia está convencida de que descolgar el teléfono y llamar al número de la línea de atención telefónica anunciada fue la mejor decisión que ha tomado en su vida. Ia pasó muchos meses en el centro de acogida gestionado por el Gobierno, donde recibió asistencia psicológica, médica y jurídica. Sus dos hijos pudieron, por primera vez, acudir a la escuela, hacer los deberes y jugar sin el temor constante y las agresiones que habían tenido que soportar hasta entonces. Ia está agradecida al centro de acogida y a las personas que lo dirigen. Sin el centro de acogida, afirma, no habría tenido un lugar al que acudir. Habría estado perdida.
Los servicios para las víctimas de la violencia doméstica cambian vidas
El UNFPA realiza una sesión informativa sobre cuestiones relativas al género en un campamento juvenil de verano. Fotografía: UNFPA Georgia
Hasta hace pocos años, no había estas oportunidades para las víctimas de violencia doméstica en Georgia. En 2009, las autoridades nacionales empezaron a poner en marcha centros de acogida para las supervivientes de esta forma de violencia, tras las presiones ejercidas por organizaciones de ayuda internacional y ONG locales. El UNFPA ha estado a la cabeza de la iniciativa desde el principio: en 2008, el UNFPA apoyó al Parlamento georgiano con la adopción de las enmiendas a la ley sobre violencia doméstica. Después prestó asistencia técnica para crear un mecanismo nacional de remisión para las víctimas de esta lacra y apoyó la instauración de mecanismos destinados a proteger a las víctimas y responder a la violencia doméstica. En la actualidad, el UNFPA ayuda al Gobierno a fortalecer aún más la respuesta nacional para combatir la violencia doméstica mediante la integración de los mecanismos nacionales de remisión y del sistema de prestación de servicios de salud.
Asociarse con los hombres para acabar con la violencia contra las mujeres
Pese a que Georgia ha realizado progresos importantes a la hora de crear un entorno propicio para la protección de los derechos de las mujeres y, en concreto, de las supervivientes de la violencia doméstica, a este pequeño país incrustado en las montañas del Cáucaso meridional todavía le queda mucho camino por recorrer. En la Georgia más tradicional, en la que predomina la cultura patriarcal, los hombres son quienes toman las decisiones y, como dice el dicho popular georgiano, "las mujeres saben lo que tienen que hacer".
Por este motivo, el UNFPA ha estado trabajando para que los hombres y los niños colaboren en la causa de acabar con la violencia perpetrada contra las mujeres. Se ha formado a centenares de hombres con la metodología "hombres que hablan con hombres", animándoles a que asuman la responsabilidad de acabar con la violencia contra las mujeres y a que acepten la igualdad de género. El proyecto se puso en marcha en 2010 y continúa en la actualidad, con planes para profundizar y ampliar la iniciativa. En un país en el que prácticamente todas las decisiones, desde cuestiones políticas a asuntos familiares, las toman los hombres, tenerles como asociados en la lucha por la tolerancia cero contra la violencia por razón de género marca la diferencia.
La tolerancia perpetúa el ciclo de la violencia
Los expertos afirman que tolerar la violencia doméstica es lo que frena el progreso en Georgia. El fenómeno aún está muy aceptado, tanto en el ámbito privado como en el público. Ia recuerda el momento en que llamó a la policía después de que su esposo la hubiera maltratado gravemente y la hubiera amenazado con echarla de casa. "En cuanto llegó la policía, mi esposo se puso rápidamente la máscara de persona educada, se disculpó por su carácter y dijo a la policía que nunca haría nada que hiciera daño a su familia". Entonces, el policía me apartó y me dijo: "¿Quién no pelea en una familia? Un día se pelean y al siguiente se quieren. Después de todo, usted es una mujer; debería intentar encontrar el modo de que las cosas vayan mejor con su esposo".
Este incidente ocurrió en 2009. Desde entonces, la policía georgiana recibió una amplia formación en materia de violencia doméstica, con el apoyo del UNFPA y sus asociados. Cursos de formación dirigidos específicamente a la policía de las zonas rurales, donde esta lacra es particularmente prevalente y la policía tiene poca capacidad para abordarla. El UNFPA promovió, además, la incorporación de la violencia doméstica en el plan de estudios de la Academia Nacional de Policía y elaboró un manual sobre violencia doméstica para la policía, que se distribuyó a los policías de todo el país.
Animar a otras mujeres a que busquen ayuda
Cuando le preguntamos si hay algún mensaje que le gustaría transmitir a otras mujeres que sufren situaciones de maltrato como la que ella soportó durante más de 15 años, los ojos de Ia se hunden y su rostro se entristece al pensar en el pasado. Pero, a los pocos segundos, vuelve el brillo a sus ojos. Finalmente, habla: "Sí que tengo un mensaje para otras mujeres: no esperéis tanto como yo. Hay lugares a los que ir y personas que os ayudarán a empezar una nueva vida. Hacedlo por vosotras mismas y, sobre todo, por vuestros hijos. Si no, arruinareis vuestra vida y la de ellos, y será demasiado tarde".
Mientras Ia se prepara para marcharse y se pone un bonito abrigo beis y una bufanda de color amarillo brillante que va bien con el tono marfil de su piel, se disculpa por no poderse quedar más tiempo. Ahora tiene un trabajo y hace turnos dobles en una empresa con sede en Alemania donde cobra lo suficiente para pagar el alquiler y mantener a su familia. Los litigios por la propiedad que posee con su ex esposo aún están pendientes, mientras el Fondo Estatal para la Protección de Víctimas de Trata y Violencia Doméstica sigue prestándole apoyo jurídico para que gane el caso.
Si todo va bien, pronto tendrá una casa propia para sacar adelante a su familia. Su esperanza es que otras mujeres que estén sufriendo en silencio encuentren la fuerza y el valor (y el apoyo) necesarios para buscar su propio camino para hablar, huir de la violencia y empezar de nuevo.
Tamar Vashakidze for UNFPA