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Una refugiada ucraniana de 72 años habla sobre una vida desgarrada por la guerra
- 11 de abril de 2022
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MYKOLAIV, Ucrania – “Había explosiones afuera y olía a humo. Estábamos casi rodeadas, los aviones sobrevolaban la zona. El ruido era tal que no podía oírme a mí misma al hablar. Decidimos marcharnos en la mañana siguiente, si amanecíamos vivas…”
En medio del bombardeo ruso de Mykolaiv, su ciudad natal en el sur de Ucrania, Valentina Ejova tomó una decisión que dividiría su vida en antes y después. En el transcurso de unas pocas horas, empacó sus pertenencias en dos pequeñas maletas y abandonó su tierra natal, sus amigos y el mundo que conocía.
Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, una cuarta parte de la población de Ucrania se ha visto obligada a huir de sus hogares desde el 24 de febrero, día en que comenzó la invasión. De esa proporción, más de 4,5 millones han abandonado Ucrania, en tanto que otros 6,5 millones se han convertido en desplazados internos dentro del país. Al 9 de abril de 2022 habían entrado en la República de Moldova casi 400.000 personas desde el comienzo de la crisis, la mayoría mujeres, niños y personas de edad.
“A pesar del pesar que sentía por marcharme, hui de mi patria sin mirar atrás, pues decidí que mi vida valía más que los bienes materiales que abandoné”, relató la Sra. Ejova.
Las mujeres, las niñas y las personas mayores corren mayor riesgo de explotación y abuso durante una crisis, especialmente mientras se desplazan, en los cruces fronterizos y en centros de colocación repletos y a menudo inseguros. Para las personas mayores en particular, los problemas de salud y movilidad dificultan el acceso a la atención sanitaria y al apoyo psicosocial, ya escasos, especialmente cuando se viaja sin compañía y se atraviesan zonas de conflicto.
Incluso antes de la crisis actual, las personas mayores de las zonas de Ucrania afectadas por el conflicto constituían un tercio de las personas necesitadas de asistencia humanitaria, lo que representa la más alta proporción de personas mayores afectadas por una crisis en el mundo. Ucrania también tiene una de las brechas de género en la esperanza de vida más altas del mundo, pues las mujeres viven un promedio de diez años más que los hombres: muchas mujeres de edad avanzada escapan por sí solas, lo cual las pone en mayor riesgo de violencia y abuso sexual y físico.
El viaje de Mykolaiv a Chișinău, la capital de Moldova, tomaría normalmente alrededor de medio día; 24 horas después de que cerrara la puerta de su casa tal vez por última vez, la Sra. Ejova había llegado a la frontera. Primero se reunió con amigos de la familia en un auto para ir a Odesa; luego, después de una larga búsqueda de transporte, encontró un minibús que se dirigía a Chișinău. El viaje fue arduo, en su mayor parte en condiciones de frío y estrechez, avanzando sola hacia un destino incierto.
“Siempre he llevado una vida activa, pero ese viaje me sacó todas las fuerzas, no tanto en lo físico, sino emocionalmente. El temor de conducir por campos minados o de ser detenida nunca me abandonó”, recordó la Sra. Ejova.
Sólo cuando cruzó la frontera pudo emitir un suspiro de alivio. En cuanto se encontró en la República de Moldova, consiguió refugio en un centro de colocación temporal, el mismo en que había estado hacía varios días cuando habló con el UNFPA. Allí nos dijo que, para ella, este país significaba paz, ayuda y amabilidad.
Tanto en Ucrania como en los países vecinos que acogen a refugiados, el UNFPA está suministrando equipo médico y remisiones a unidades de salud, está distribuyendo kits de higiene femenina con productos sanitarios e higiénicos, está desplegando equipos móviles de salud y proporcionando refugio y una línea de apoyo para sobrevivientes de violencia de género.
La Sra. Ejova agradeció la ayuda que había recibido hasta ahora en Moldova. Debía volar a Austria en unos días, país que actualmente acoge a refugiados que llegan y que viajan en tránsito desde Ucrania. Este sería su primer viaje al extranjero, y aunque no conocía a nadie allí, estaba segura de que encontraría su lugar.
“Tengo 72 años, pero estoy lista para aprender un nuevo idioma. Estoy preparada para trabajar y volver a levantarme. La edad no es un diagnóstico: me siento llena de fuerza y energía; estoy dispuesta a enfrentar desafíos en un nuevo país”.
Le temblaba la voz mientras repasaba instantáneas del mundo que había dejado atrás; explicó que tenía que elegir “qué dejar y qué llevar conmigo. Puedo renunciar a la ropa y los zapatos, pero no a mis fotos, que son mi vida”.
Después de que su marido falleciera hace muchos años, había vivido con su hijo de 39 años, que permaneció en Mykolaiv, y quien ha estado casi completamente alejado de los servicios de comunicación e Internet. Unos días antes, su hijo había conseguido llamar para confesarle que quería irse; desde entonces no ha vuelto a oír de él.
La Sra. Ejova llegó a Austria sin contratiempos y con sólo $78 en el bolsillo: el día antes de salir de Ucrania había tratado de retirar dinero de varios cajeros automáticos, pero todos estaban vacíos. Insegura de si alguna vez volvería a ver su patria, mantuvo la esperanza y determinación de encontrar descanso y paz en Austria.
“Quiero hacer todo lo posible por llevarme a mi hijo. Es como era su padre, rara vez toma decisiones repentinas. Es joven, y los jóvenes suelen tomar esas decisiones con mayor facilidad. En nuestro caso fue a la inversa: rezo para poder volverlo a ver”.