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Niña casada, madre de siete hijos, refugiada y, hoy, mujer independiente
- 21 Junio 2019
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DOHUK, Iraq – “Apenas tenía 12 años cuando me casé con mi primo de 25 años", explicó Najma*, de Siria, recientemente al UNFPA.
"Mi madre entró en mi habitación alrededor de las 5 pm, mientras yo estaba sentada en el suelo, coloreando mi libro de princesas. Se sentó en la cama y me dijo, "Najma, mañana te vas a casar".
La madre de Najma le explicó lo que significaba el matrimonio. "'Tienes algunos deberes; el más importante es complacer a tu esposo, prepararle sus comidas, limpiarle y plancharle la ropa, y ser una mujer obediente'", recordó Najma las palabras de su madre.
Najma, que ahora tiene 31 años, reconoce que el matrimonio fue motivado por la tradición, y también por las condiciones económicas de la familia. "Me dijeron que él les iba a prestar apoyo económico a mis hermanos y a mis padres, y que esa era la tradición en Qamishli, Siria".
Como niña casada, Najma comenzó a sufrir la agonía de la intimidad no deseada, además de abuso verbal y violencia física.
"Nunca fui libre. Todo el tiempo estaba asustada porque no me dejaba hacer nada y siempre decidía lo que debíamos hacer", explicó.
Meses más tarde quedó embarazada.
"No me dejaba ir a la escuela y me encerró en la casa. Sin embargo, lo más doloroso fueron los insultos y las acusaciones de que era una mala madre. Estaba haciendo lo mejor que podía, pero era una niña criando a otra niña", manifestó.
Para cuando cumplió 25 años, Najma tenía siete hijos.
"Amo a todos mis hijos", aseguró; "no obstante, durante 13 años de matrimonio tuve siete partos, tres de estos en los primeros cinco años. Estaba agotada".
Las cosas empeoraron aún más cuando se intensificó el conflicto en Siria en 2015, lo que la obligó a huir junto a sus hijos, su marido y sus padres.
Buscaron refugio en el campamento Domiz 2, en la región del Kurdistán iraquí. El campamento acoge a más de 10.000 refugiados sirios.
El marido de Najma no trabajaba, así que Najma decidió buscar trabajo. "Las necesidades de mis hijos aumentaban", explicó, "además de que era una manera de escapar de los abusos que no paraban ni siquiera por el desplazamiento".
Con la ayuda de una organización humanitaria, Najma logró cultivar hortalizas para vender en el mercado cercano. Pero ser el sostén de la familia no fue suficiente para ganarse el respeto de su marido.
Najma se enteró de que tenía relaciones con otras mujeres. "Cuando lo enfrenté comenzó a golpearme y me repetía que ya era vieja y prefería mujeres jóvenes".
Finalmente, reunió fuerzas y lo dejó, llevándose consigo a sus hijos a casa de sus padres.
Fue entonces que Najma se enteró de que había un centro para mujeres en el campamento.
El centro, apoyado por el UNFPA con financiación del Reino de Noruega y la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo, ofrece una variedad de servicios, incluido asesoramiento psicosocial, así como clases y remisiones para apoyo sanitario y jurídico.
Es uno de los 108 centros de mujeres que el UNFPA apoya en Iraq. Como la violencia de género aumenta durante las situaciones de emergencia humanitaria, estos centros proporcionan información sobre los derechos de las mujeres, los derechos humanos, cómo identificar el abuso y cómo recibir ayuda.
El año pasado, más de 293.000 mujeres y niñas recibieron servicios relacionados con la violencia de género a través del apoyo del UNFPA.
Najma fue una de esas mujeres.
"Nos dimos cuenta de la fortaleza de Najma desde que llegó a nuestro centro. Su determinación para tomar el control de su vida resultó evidente para todas", afirmó la trabajadora social encargada de su caso.
"Se me acercó el primer día y me explicó que su marido abusaba de ella y la engañaba, que ella no buscaba comprensión sino nuestra ayuda para arrancar de nuevo y construir la vida que le arrebataron a los 12 años".
Najma fue remitida a una oficina jurídica que la ayudó a conseguir el divorcio.
"Él me robó la niñez, pero recuperé mi juventud", afirmó Najma. "Tengo 31 años, soy fuerte, decidida a sacar lo mejor de cada día y a ofrecerles una buena vida a mis hijos. Tengo una oportunidad y no la voy a desperdiciar".
Hoy trabaja desde su hogar como modista y enseña costura en el centro de mujeres.
También alienta a otras sobrevivientes a hablar y recibir ayuda.
"Quiero ayudar a las sobrevivientes de violencia doméstica y contribuir a darles una oportunidad para empezar de nuevo, renacer de las cenizas, al igual que yo", aseguró.
*Nombre cambiado por razones de privacidad