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«Sé escucharlas»: las parteras de la República Democrática del Congo utilizan un nuevo e innovador modelo de parto para atender a las embarazadas supervivientes de violencia sexual
- 05 de abril de 2023
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BUKAVU, República Democrática del Congo - Cuando Esther*, de 16 años, llegó al Hospital Panzi en Bukavu (República Democrática del Congo), los médicos confirmaron su mayor temor: estaba embarazada.
Esther había sido violada siete meses antes. Repudiada por amigos y familiares, se sentía traicionada y sola. Decía que su embarazo le hacía «sentirse sucia».
En todo el mundo, las mujeres que tienen embarazos no intencionales —especialmente aquellos derivados de violaciones o coacciones— suelen sufrir estigma y ser juzgadas por la sociedad, a pesar de que, desgraciadamente, es muy común que se les nieguen libertades reproductivas. Casi la mitad de los embarazos que se producen en el mundo son no intencionales y, según los estudios, de ellos, los derivados de violaciones son tanto o más frecuentes que aquellos fruto de relaciones sexuales consentidas.
Los casos de embarazos derivados de violaciones deben tratarse con especial cuidado. La violencia sexual es una violación de los derechos humanos y los embarazos resultantes suelen agravar el daño; las supervivientes necesitan apoyo especializado para evitar una retraumatización.
La mayoría de los servicios sanitarios existentes no están diseñados ni equipados para gestionar los devastadores daños físicos y psicológicos y las repercusiones económicas de la violencia sexual. Es muy habitual que el personal sanitario carezca de los conocimientos, la formación y los recursos necesarios para apoyar el bienestar mental y físico de sus pacientes.
Pero en el Hospital Panzi, las parteras están utilizando un nuevo e innovador modelo de parto para proporcionar a las supervivientes el apoyo integral que necesitan durante el embarazo, el parto y el posparto. El modelo, desarrollado en el año 2020, empareja a las parteras con las mujeres y niñas para garantizar la continuidad de los cuidados, fomentar una relación personalizada y capacitar a las supervivientes para que puedan tomar decisiones sobre su parto.
El modelo, respaldado por equipos multidisciplinares que incluyen psicólogos y trabajadores sociales, busca fomentar experiencias positivas en el parto, aumentar la confianza de las mujeres en sí mismas, promover el apego entre madres y bebés y facilitar la transición a la maternidad.
«Antes era muy difícil. No sabía cómo manejar la situación [con una chica que había sufrido violencia sexual] cuando se ponía de parto y no quería dar a luz», explica Odette Malebameka, partera del Hospital Panzi.
«Ahora, cuando llega una chica embarazada, sé que puedo apoyarla y cómo escucharla».
Prestar ayuda a las supervivientes
El cirujano ginecólogo Dr. Denis Mukwege, que creció en Bukavu, fundó el Hospital Panzi en 1999. En las últimas dos décadas, el hospital ha adquirido renombre mundial como refugio para supervivientes de traumas ginecológicos y de violencia sexual relacionados con los conflictos. El doctor Mukwege fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en el año 2018.
La República Democrática del Congo padece altos niveles de pobreza: en el año 2021 casi dos tercios de su población vivía con menos de 2,15 dólares al día. Más de 100 grupos armados rivalizan por el poder y los recursos en todo el país, lo que hace que mujeres y niñas como Esther corran peligro. Las Naciones Unidas informaron de que en el año 2021 se perpetraron en el país cerca de mil casos de violencia sexual relacionada con los conflictos.
Más de 430 mujeres y bebés han sido atendidas bajo el modelo holístico de atención al parto del Hospital Panzi y los responsables del hospital esperan que, con una mayor inversión, el proyecto pueda ampliarse más allá de las fronteras del país. El UNFPA colabora con el proyecto desde noviembre de 2022.
Gracia y reconciliación
En una húmeda noche de mayo de 2021, Esther se puso de parto.
A lo largo de los dos meses transcurridos desde su primera visita al Hospital Panzi, Esther fue albergando más curiosidad e ilusión por su bebé. A los ocho meses, asistió a una clase de preparación al parto con otras cuatro chicas; las madres primerizas como Esther pueden servir de mentoras en estas clases.
Además, Esther trabajó con una partera para establecer un plan de parto especializado, que también incluía su petición de que no hubiera médicos ni personal masculino cerca durante el parto.
Cuando Esther se puso de parto, su partera la condujo a una sala de partos. Como Esther había expresado anteriormente su preocupación por los tactos vaginales, la partera pidió a Esther que guiara su mano durante el procedimiento. Tras seis horas de trabajo de parto —durante las cuales la partera permaneció cerca de Esther, le dio masajes y le aconsejó distintas posturas—, a las cuatro de la tarde Esther dio a luz a una niña a la que llamó «Grace» [Gracia].
Incluso después de que Esther y Grace abandonaran el Hospital Panzi, este sigue teniendo repercusión en sus vidas. Durante el embarazo de Esther, el personal del hospital visitó a su familia e inició un proceso de reconciliación con el objetivo de que Esther pudiera volver a casa, lo que finalmente sucedió. Además, un equipo del hospital, incluida la partera, la ha visitado para brindar apoyo a la madre y a la bebé.
*Se han cambiado los nombres para proteger las identidades.