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KYIV, Ucrania/CHISINAU, República de Moldova - El 5 de noviembre se estableció una conexión ferroviaria directa entre las capitales de Ucrania y de la República de Moldova por primera vez en 24 años. El objetivo de la nueva línea de tren es ofrecer a las personas refugiadas que huyen de la guerra una ruta segura para salir de Ucrania y llegar a la vecina República de Moldova, sobre todo ahora que se avecina un duro invierno y los cortes de calefacción ya son generalizados.
Desde el estallido de la guerra en Ucrania, más de 700.000 personas han abandonado el país con destino a la República de Moldova, que ahora también encara su propia crisis energética. En este país permanecen unas 100.000 personas refugiadas, de las que dos tercios son mujeres que enfrentan retos específicos en su huida del conflicto.
«Para ellas, el desplazamiento traerá una mayor vulnerabilidad a la violencia, el abuso sexual y la explotación», declaró la Dra. Natalia Kanem, Directora Ejecutiva del UNFPA, con motivo del Día Internacional de la Mujer 2022.
Pero para muchas, el riesgo de quedarse en Ucrania y soportar la amenaza de ataques rusos y un invierno terriblemente frío sin calefacción ni electricidad es mayor que cualquier riesgo asociado con el viaje a Moldova, especialmente ahora que la nueva ruta ferroviaria ofrece a los pasajeros una vía segura para cruzar la frontera.
El tren Kyiv-Chisinau les brinda la esperanza de que días mejores y más seguros están por venir. Acompáñanos en uno de sus trayectos transfronterizos entre Ucrania y la República de Moldova, que lleva a los pasajeros desde el riesgo de peligro hasta la esperanza de paz.
Una inspectora comprueba los boletos antes de que los pasajeros suban al tren. © UNFPA/Mihail Kalarashan
El tren de Kyiv a Chisinau sale a las 17.00. En el andén, bajo la tenue luz de las lámparas, los pasajeros se despiden y abrazan a los que se quedan. Muchos de los que salen de Kyiv no volverán pronto, ya que han tomado la difícil decisión de abandonar el país antes del comienzo de un crudo invierno.
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Larisa es inspectora de boletos y una de las veteranas de los Ferrocarriles Ucranianos. © UNFPA/Mihail Kalarashan
Los inspectores comprueban los boletos y, poco después, el tren se pone en marcha. Los que se quedan en el andén, visibles a través de las ventanas precintadas, dicen adiós al convoy. Las ventanas están selladas en caso de que exploten misiles rusos cerca.
Larisa, una de las inspectoras de boletos, recuerda haber trabajado sin descanso para ayudar a evacuar a la gente en cuanto estalló la guerra a gran escala.
«Pasamos semanas sacando a cientos de personas de Kramatorsk y Khárkiv. La mayoría tenía que dormir en los pasillos entre compartimentos y dejar su equipaje en las estaciones», explica. «Las mujeres y los niños eran nuestra prioridad; eran los primeros en subir a un vagón que tuviera al menos algo de espacio libre. Intentamos ayudarlos y cuidarlos».
Larisa hizo el último trayecto de tren a Kramatorsk el 8 de abril. Ese día, el ejército ruso lanzó un cohete contra la estación ferroviaria; el ataque mató a muchos civiles que estaban esperando a ser evacuados.
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Tatiana es la madre de un soldado que perdió un ojo en la guerra. Ahora se dirigen a la República de Moldova para volar a Türkiye, donde operarán a su hijo.
© UNFPA/Mihail KalarashanEl tren se detiene para que suban nuevos pasajeros. Tatiana entra en el vagón de Larisa con su hijo de 23 años. El joven fue herido mientras servía en primera línea; con la cabeza envuelta en vendas, se sienta solo en uno de los compartimentos del tren.
«Ya ha perdido un ojo, pero hay posibilidades de salvar el segundo», explica Tatiana. «Decidimos que teníamos que recibir tratamiento en otro país».
Madre e hijo viajan juntos a través de la República de Moldova en su camino a Türkiye, donde él espera que vuelvan a operarlo.
«El médico dijo que Dios tiene grandes planes para mi hijo: casi nadie sobrevive con sus lesiones. Para mí, la mayor felicidad fue saber que había sobrevivido», afirma Tatiana. En la unidad de cuidados intensivos donde su hijo se recuperó, muchos otros no lo consiguieron.
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Violeta intenta calmar a los niños en el tren. En un par de horas llegarán a Chisinau, donde comenzará una nueva etapa de sus vidas. © UNFPA/Mihail Kalarashan
El tren tiene siete vagones y cada uno es un mundo distinto. En uno de ellos, los niños ríen, juegan y miran dibujos animados mientras sus madres conversan y se preparan para la llegada del tren a Chisinau.
Marina y Violeta son amigas y cada una tiene dos niños: una hija de mayor edad y un hijo menor. Es la segunda vez que dejan Ucrania rumbo a Europa, ya que han decidido pasar el invierno en Chisinau.
La familia de Marina se quedó sin electricidad tras un ataque con cohetes en Kyiv y, al enfriarse la casa, su hijo se resfrió. Espera que Chisinau no sea solo más seguro, sino también más cálido.
«Sabíamos que el invierno sería duro. Pero tras los últimos ataques a las infraestructuras, todo cambió», explica Marina. «Tenemos niños pequeños y no podemos arriesgar su salud y sus vidas».
Violeta corrobora que la decisión de marcharse fue difícil. «Todavía no sabemos qué esperar, cómo afrontar la educación de los niños ni cómo instalarnos. Pero lo principal ahora es estar a salvo».
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Yulia, una joven madre de Kyiv, también se traslada a Chisinau con su pequeño hijo, Vlad. Vlad nació una semana después de que comenzara la guerra: es un niño de la guerra. © UNFPA/Mihail Kalarashan
En un compartimento contiguo, una joven madre llamada Yulia sostiene a su bebé, Vlad, que nació apenas una semana después del comienzo de la guerra.
«Destinaron al ejército a nuestra maternidad para protegernos si el ejército ruso entraba en Kyiv», explica. «Aquellos días daban miedo; oíamos explosiones».
A Yulia le preocupa que el poco tiempo que su hijo lleva en el mundo haya estado dominado por el conflicto. Le dan un poco de miedo los hombres, ya que desde que nació ha pasado la mayor parte del tiempo con mujeres. «Es un niño de la guerra y no sabemos cuándo acabará», dice.
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Pavlina, responsable de un espacio seguro del UNFPA en la estación de Chisinau. © UNFPA/Mihail Kalarashan
Tras 18 horas de viaje, el tren llega a la estación de Chisinau, su destino final y donde no hace frío.
Pavlina, la responsable del espacio seguro del UNFPA Moldova en la estación, da la bienvenida a los pasajeros que llegan. Los espacios seguros son establecimientos creados por el UNFPA para atender las necesidades humanitarias y psicosociales de los refugiados y otras personas. En su interior, las personas ucranianas recién llegadas reciben atención compasiva: primeros auxilios, kits de higiene, información esencial y tazas de té.
Los espacios seguros también ofrecen servicios de salud reproductiva y prevención de crisis. Para los cientos de miles de mujeres que huyen de Ucrania, el riesgo de violencia de género sigue siendo alto, al igual que el riesgo de que no se atiendan sus necesidades de salud reproductiva, con consecuencias potencialmente mortales.
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Un espacio seguro en el edificio de la estación ferroviaria de Chisinau. © UNFPA/Mihail Kalarashan
Pavlina recuerda a una mujer en concreto que pasó por el espacio seguro de Chisinau en su camino desde Kyiv hasta casa de sus padres en Tbilisi (Georgia). «Comenzamos a conversar y rompió a llorar. Me contó que su marido se había quedado en Kyiv y que estaba embarazada», cuenta Pavlina.
El equipo del UNFPA proporcionó a la joven algunos artículos de primera necesidad y le ofreció apoyo psicosocial. Más tarde escribió a Pavlina desde Tbilisi para preguntarle por la ubicación del UNFPA en esa ciudad.
«Al día siguiente me dijo que estaba sangrando», prosigue. «La chica perdió a su bebé».
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Estación ferroviaria de Chisinau. © UNFPA/Mihail Kalarashan
El tren hace el viaje inverso desde Chisinau hacia Kyiv todos los días a las 17.45. Antes salía cada dos días, pero la frecuencia cambió por las fiestas.
Aunque regresar a Ucrania conlleva ciertos riesgos, muchas personas optan por hacer el viaje de vuelta y cruzar la frontera para celebrar la Navidad y la llegada del nuevo año en su país de origen entre familiares y amigos. La tierra les llama: «Este u oeste, lo mejor es estar en casa», afirma una pasajera, Yulia, de 29 años.
En la estación ferroviaria de Chisinau, aquellos con destino a Kyiv cargan con pesado equipaje y se dirigen hacia un tren azul con franjas amarillas, los colores de la bandera ucraniana. En 18 horas, el tren llegará a la estación de Kyiv, decorada con un árbol de Navidad cuyas luces se alimentan pedaleando una bicicleta. Abrazos y sonrisas aguardan a los que se reencuentren con sus seres queridos.
Para los pasajeros del tren de la esperanza, esta línea ferroviaria es un salvavidas que les ofrece tanto una vía hacia la seguridad como un camino de vuelta a casa.
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Vista de Kyiv cerca de la estación de ferrocarril. © UNFPA/Mihail Kalarashan
La respuesta humanitaria del UNFPA ante la guerra se extiende por Ucrania, la República de Moldova y muchos otros países que acogen personas refugiadas. El organismo colabora con sus asociados para prestar servicios esenciales a mujeres y jóvenes, tales como incrementar los espacios seguros y los servicios en línea para apoyar a las supervivientes de la violencia de género y prestar servicios de salud reproductiva y apoyo psicosocial en zonas de difícil acceso. Hasta diciembre de 2022, se habían distribuido un total de 118 toneladas de productos vitales de salud reproductiva, médicos e higiénicos entre instalaciones sanitarias de zonas afectadas por la guerra.
Concretamente en Moldova, el UNFPA responde a las necesidades de protección y salud de las personas refugiadas, incluidas las mujeres y las niñas, mediante intervenciones como los Espacios Seguros Naranja, donde los refugiados y las comunidades de acogida pueden recibir apoyo relacionado con la violencia de género y la salud sexual y reproductiva. El UNFPA también ayuda a mejorar los centros perinatales para garantizar partos seguros y trabaja con el Gobierno para asegurar que las mujeres y niñas refugiadas tengan acceso gratuito a servicios de salud sexual y reproductiva y apoyo psicosocial.