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Han pasado 100 días desde el inicio de la reciente invasión rusa de Ucrania; hay muchas cuentas sombrías, se han perdido muchas vidas , hay infinidad de familias divididas, hogares e infraestructura destruidos, futuros alterados y sueños destruidos. Más de 6,9 millones de personas (un 90 % de ellas mujeres, niñas y niños) han huido de Ucrania y han buscado refugio en países vecinos y más allá, y hay otros 8 millones de desplazados internos, lo cual empeora otro hito devastador: más de 100 millones de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo, según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Uno de los países vecinos de Ucrania es la República de Moldova (cuya población ronda los de 2,7 millones de habitantes), que hasta el momento se ha convertido en el hogar de acogida de unos 87.000 refugiados.
Los conflictos y las crisis cobran una enorme cantidad de víctimas entre las mujeres y las niñas (en particular las desplazadas) que son vulnerables a la violencia sexual, la explotación y el abuso. Las embarazadas han dado a luz bajo tierra o al amparo de sistemas de salud que se resienten a causa de la rudeza del conflicto. Muchas mujeres, incluidas mujeres de edad avanzada, han tenido que reconstruir sus vidas en tierra ajena sin contar con sus parejas, que no pudieron salir de Ucrania. A continuación presentamos a cinco de ellas, que relatan la manera en que sus vidas cambiaron desde aquel fatídico 24 de febrero, y cómo se desenvuelven sus nuevas vidas en la República de Moldova.
Marina huyó de Ucrania con sus hijos, una hija de 15 años y un hijo de 9 años, al comienzo del conflicto. El padre de sus hijos quedó en Ucrania. Antes de la guerra, su hijo, Timur, estaba planificando el verano con su abuelo, mientras Marina se dedicaba a reconectar con su hija. Ahora sus hijos luchan para adaptarse a un nuevo país. “Siento que mi hija se hace cada día más distante”, admitió Marina con preocupación. “Echa de menos a sus amigos y quiere que su vida vuelva a ser como era antes de la guerra". Marina visita periódicamente a una psicóloga en la clínica de salud del UNFPA para jóvenes en Chișinău para hablar sobre cómo apoyar a sus hijos (y prestarse apoyo a sí misma) en este momento difícil. “Todas estamos esperando el fin de la guerra”, dijo, “para poder regresar a casa”. © UNFPA Moldova
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Olga huyó de Ochakiv, cerca de la meridional ciudad portuaria de Odessa, con Timofey, su hijo de cuatro años. Son acogidos por una familia en Balti, donde Olga dio a luz a su hija en el hospital local sin poder contar con la compañía de su pareja. “Nuestra resolución de Año Nuevo era comprar una nueva casa. Teníamos planes de celebrar el nacimiento de nuestra niña y el quinto cumpleaños de nuestro hijo en nuestra nueva casa con familiares y amigos”. Entonces comenzaron los bombardeos. “Hoy todo es distinto”, se lamentó, “y ya nada es seguro”. © UNFPA Moldova
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“La guerra ha cambiado mis planes. He reevaluado mis prioridades”, adelantó Yelena, de Nikolaevo, Ucrania. “Estaba tan ocupada con mi vida diaria y mis problemas, pero hoy no son importantes en absoluto. Lo importante es la familia, su seguridad y nuestro apoyo mutuo”. Yelena no ha perdido la esperanza de volver a casa: sueña con comprar una casa en el campo y llevar una vida más tranquila después de tanta agitación. Visita a una consejera en uno de los nueve espacios seguros naranja del UNFPA, que prestan apoyo psicosocial en la República de Moldova, lo que la está ayudando a enfrentar el trauma de un presente patas arriba y un futuro incierto. Por ahora sus sueños deben esperar. © UNFPA Moldova
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“Nuestra granja era nuestra vida”, asegura Margo, una veterinaria de 20 años de la región de Odessa, que huyó de su casa con su madre, sus hermanos menores y Svetlana, su mejor amiga, cuando empezó el bombardeo. La juventud es de por sí una etapa difícil en que los jóvenes tratan de hacerse una idea de cómo serán sus vidas, pero la confusión e inseguridad han aumentado desmesuradamente desde que comenzó la guerra: “mis amigas y amigos y yo no estamos seguros de lo que nos deparará el futuro”. Margo está intentando aferrarse a su aspiración de cambiar de carrera y convertirse en maquillista, y recibe formación profesional en línea en un espacio seguro naranja para jóvenes. © UNFPA Moldova
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Irina, oriunda de Kiev, se compara a sí misma con un trozo de cuerda estirada, pues de ese modo puede dar una idea del peso de las emociones y el miedo que siente. “En el camino a Moldova, aceleraba el vehículo enloquecidamente, por el temor de estar a cielo abierto: tenía miedo de estar en el lugar incorrecto en el momento equivocado”, recordó. Irina es una entre cientos de mujeres que visitan el espacio seguro naranja en el Centro Moldexpo, en Chișinău, que en la actualidad acoge a familias refugiadas. Allí puede desahogarse con una consejera y tratar de encontrar la fuerza para seguir adelante. “El cielo nunca será igual para mí”, se lamentó. © UNFPA Moldova
Además de establecer espacios seguros para mujeres y jóvenes en la República de Moldova, el UNFPA ha entregado a hospitales más de 10 toneladas métricas de suministros reproductivos, medicamentos y equipo para la atención obstétrica de emergencia, para el tratamiento de infecciones de transmisión sexual y para el manejo clínico de violaciones. Igualmente, ha firmado un acuerdo con la Compañía Nacional de Seguros de Salud de la República de Moldova para garantizar la atención gratuita de la salud sexual y reproductiva de las y los refugiados; ha entregado kits posviolación a todas las unidades de emergencia, maternidades y clínicas sanitarias para jóvenes; y ha ayudado a capacitar a más de 1.200 profesionales de la salud en el manejo clínico de la violación y en materia de salud sexual y reproductiva en situaciones de crisis.